Lic. Luis Alberto Rivera
(betorh58@hotmail.com)
“….el movimiento popular está saliendo
del repliegue político general. Al salir se encuentra con una burguesía
extremadamente reaccionarizada que no permite ni siquiera la viabilidad de su
democracia burguesa, sino ejerce dictadura de clase abierta con el recurso de
declarar cualquier asomo de protesta popular con el epíteto de terrorismo y
justificar así la represión sanguinaria a los que somete al pueblo en su
conjunto. Debemos bregar con mayor decisión por la democratización de esta
sociedad peruana, por la defensa de los derechos fundamentales de las personas
y para ello necesitamos entrar a la guarida y usando sus micrófonos gritarles y
enrostrarles las miserias materiales y morales en las que tiene sumidos al
pueblo” (Vórtice, No3, 2006, pp.3)
A fines de la última década del siglo XX, el
movimiento popular en el Perú, inició la superación del repliegue político
general en que se encontraba, ello se concretiza en las acciones y luchas que
desarrolla el pueblo, y que hasta la actualidad (2009) demanda la forja de una
dirección que brinde orientación y perspectiva al movimiento popular.
Esta dirección es imperativa construir,
fundamental para otorgar cohesión y sentido a las luchas del pueblo; sin
dirección, las movilizaciones y luchas, son movimientos espasmódicos
rápidamente reprimidos y desarticulados por las clases dominantes. Por ello una
dirección nunca debe improvisarse, necesita tiempo para consolidarse y se forja
siempre en lucha de clases, al interior del movimiento popular.
Partiendo de esta premisa, fue la lucha de
clases, en las primeras décadas del siglo XX, donde se gestó las condiciones
concretas para que José Carlos Mariátegui forme el partido del proletariado,
dotando de orientación marxista leninista al movimiento popular, con el
objetivo de dirigir y conducir las masas hacia la toma del poder.
La creación del Partido Comunista del Perú
(PCP), y la conformación de una dirección, bajo los lineamientos de Mariátegui,
hicieron posible que el proletariado se reconociera no sólo como clase social
diferente a la explotadora, sino también como la llamada a realizar la
transformación social, es decir se elevó de una clase en si hacia una clase
para sí.
La segunda década del siglo XX, marcó el auge
del movimiento popular, obreros, campesinos y sectores medios urbanos y
regionales, hicieron frente en un primer momento a la “Patria Nueva”,
conformada por la burguesía financiera aliada del imperialismo y luego al
denominado “Tercer Militarismo”, que representaba la restauración en el poder
del sector terrateniente comercial aliado del imperialismo.
Hacia fines de 1929, los obreros de Chiclayo
desplegando nuevas formas de lucha y organización, conformaron luego de varios
intentos, la Primera Unión Sindical de Trabajadores de Lambayeque (USTL), en su
intento por articular de forma centralizada los diversos sindicatos conformados
en Lambayeque.
La creación de sindicatos en haciendas fue
vista como foco de organización y canal de reclamo frente a los hacendados; por
ello, utilizando la fuerza policial y autoridades asequibles a su poder
político, los hacendados, lograban ubicar, detectar y erradicar a los supuestos
“instigadores de malas ideas” ó “personajes dañinos a la tranquilidad del
pueblo”. Llegando al extremo, de expulsar a los implicados fuera del
departamento e “indisponerlos”, para que no sean recibidos en ninguna hacienda.
Esta forma represiva, es constante en el accionar del estado a lo largo de
nuestro proceso histórico; aun más acentuado cuando se pretende acallar los
planteamientos e ideales de liberación del pueblo peruano. ¿Acaso no es ese el
objetivo actual del estado peruano cuando criminaliza la protesta popular?
Sin embargo, la organización obrera en
haciendas como Cayaltí, Pucalá, Pátapo, etc. demostraba la necesidad de
organización de los obreros en Chiclayo, quienes empezaron a tomar conciencia
de su papel al interior del proceso histórico peruano. En una entrevista el
dirigente obrero Arbulú Miranda recordando ese momento mencionó “…Lucio
Benavente, fogoso polemista, militante sindical de marítimos y portuarios, y
José Azalde de tripulantes, explicaron que aquí en el departamento de
Lambayeque debería empezar una movilización de trabajadores para organizarse
sindicalmente. Traían la palabra de José Carlos Mariátegui. Se leyó en la
conferencia el comunicado este, entonces la masa allí presente ovacionó
tremendamente a estos dos delegados y la contestación fue esta ¡Vamos a organizar
la Unión Sindical¡ ¡Vamos a organizar los sindicatos¡.
Fue en este contexto que se emitió el decreto
del 28 de mayo (D.S.7166) , que prohibía y declaraba toda huelga ilegal,
produciendo la suspensión de garantías constitucionales en donde se
desarrollase; en ese momento se producían también huelgas y movimientos en
Cuzco, Arequipa, Mollendo y Talara.
Esta política de corte represivo desencadenó
el rechazo popular; en Lima se produjo una movilización de la FEP (Federación
de Estudiantes del Perú) en conjunto con los obreros, el 3 de junio de 1931. En
su afán de hacer frente a la movilización popular, el gobierno militar denunció “un
complot revolucionario”, con el objetivo de legitimar, una ley marcial, por la
cual las fuerzas armadas….durante la vigencia del estado de sitio podrán hacer
uso de sus armas para reprimir cualquier manifestación pública....”.
En Chiclayo, el desconocimiento de un acuerdo
firmado entre el sindicato de la hacienda Pátapo y sus propietarios, devino en
la arbitraria detención de los representantes del sindicato de Pátapo, contando
con la complicidad de la policía y del prefecto de Chiclayo.
En rechazo a esta política represiva se
produjo una movilización departamental, el 12 de Junio de 1931, que demandó la
puesta en libertad de los detenidos y movilizó 20 bases sindicales y gremios;
cumpliendo destacado papel los gremios de choferes y trabajadores del mercado
central de Chiclayo, participaron también los cañeros de Pátapo, Tumán y
Pomalca quienes se movilizaron en el tren recorriendo las haciendas.
Ante el desplazamiento de los huelguistas
hacia la ciudad de Chiclayo, el prefecto Hernán R. Delgado movilizó a miembros
del ejército para detenerlos y obligar a los trabajadores a regresar a sus
haciendas; ante la negativa de los obreros y su férrea resistencia, los miembros
del ejército ametrallaron a los obreros obligándolos a dispersarse dejando
algunos cadáveres (15 obreros aproximadamente).
En su informe el mayor Manuel Castillo, jefe
del batallón de seguridad del norte describió“...tome las disposiciones tácticas
para impedir el ingreso de las masas que venían de las referidas haciendas, las
que una vez en los alrededores de esta ciudad en número más o menos de 1200
hombres con machetes, calabozos, hoces, etc. y ostentando banderas rojas con
inscripciones comunistas trataron de hacer su campamento entre las líneas del
ferrocarril a Pomalca y el camino carretero a las haciendas”(Gómez Cumpa –Bazán
Inés 1989:189)
La respuesta represiva del estado, no sólo
consistió en la detención de los dirigentes sino también en la clausura del
principal vocero de los obreros (El Trabajador) como lo dejó en evidencia una
carta enviada por la administración de la hacienda Cayaltí en la cual “se
comunicó que el gobierno va a eliminar a todos los cabecillas y que se ha
clausurado el periódico…” (Huertas V.1974:189).
A
MANERA DE CONCLUSION
El movimiento sindical clasista en Chiclayo
durante las primeras décadas del siglo XX, logró articular amplios sectores
sociales, dotando de dirección clasista a las luchas de los obreros de las
haciendas de Chiclayo (Cayaltí, Tumán, Pátapo, etc.).
Fue en la segunda década del siglo XX que al
interior del movimiento popular a nivel nacional, surgió la necesidad de la
constitución de una dirección marxista leninista que se despliegue en nuevas
formas y responda a los problemas candentes del movimiento popular.
La caída del régimen de Leguía y el retorno
de la facción oligárquica (civilista) al poder, de manera abierta y expresa en
el denominado 3er. Militarismo, significó la instauración de una política
represiva; única vía por la cual optaba la facción oligárquica contra el
desbordante movimiento popular. En la actualidad una política represiva similar
es aplicada por la facción de la burguesía compradora a quien defiende y
representa el presidente Alan García.
El clima de confrontación política y
descontento social en Chiclayo tuvo su punto más alto durante las jornadas del
12 de Junio de 1931, cuando la gendarmería y el ejército iniciaron un proceso
de represión generalizada que buscó desarticular y dispersar al movimiento
sindical clasista en Chiclayo.
La conformación del Partido del proletariado
(1928) gestado al interior del movimiento popular para dirigirlo y
proporcionarle dirección marxista leninista marcó el punto más alto de
organización al que llegó el movimiento popular. Sin embargo, el proletariado y
su flamante partido recién iniciaban el largo camino hacia su objetivo final.
La prematura muerte de Mariátegui contribuyó a acrecentar los problemas de
dirección, que asociado a una incorrecta aplicación de la línea política, fueron
el aspecto principal en la derrota no sólo del movimiento sindical clasista en
Chiclayo, sino del movimiento popular en su conjunto.
Finalmente debemos mencionar que al interior
del movimiento popular la forja de una dirección, que recogiera el legado de
Mariátegui y bajo la premisa “una dirección siempre necesita tiempo para cuajar
y jamás se improvisa”, buscaría reconstituir la dirección proletaria en el
Partido y dotarla nuevamente de una correcta línea política. Esta nueva
reconstitución del Partido de Mariátegui tendría que esperar la década de los
60 para el surgimiento de una nueva dirección que en las últimas décadas del
siglo pasado inició un gran proceso social que abrió brecha en la historia de
nuestro país….…pero eso es materia de una historia aún por escribir.
BIBLIOGRAFIA
Castillo O. (1979) Chiclayo: 50 Años en
la Historia de la Lucha Obrera. En Marka No 134. Año V.
Gómez C. – Bazán I.
(1989)
Capitalismo y Formación Regional. Chiclayo entre los siglos XIX y XX. Instituto
de Investigación y Capacitación
Huertas V. (1974) Capital Burocrático
y Lucha de Clases en el sector Agrario (Lambayeque, Perú, 1920 –1950).
Seminario de Historia Rural Andina.
Mariátegui J. (1973) Ideología y
Política. Biblioteca Peruana. Peisa
FUENTES
HEMEROGRÁFICAS
Revista MARKA, Año VI. 1980,27 de
Noviembre.
Revista MARKA, Año V. 1979, 29 de
Noviembre.
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