viernes, 15 de febrero de 2013

EL BANDOLERISMO SOCIAL COMO EXPRESIÓN DE LA PROTESTA SOCIAL: LA COSTA CENTRAL DEL PERÚ COLONIAL (1800 – 1815)



                                                                                                     
La costa central se caracterizó  por la presencia de haciendas que producían productos de pan llevar y también caña de azúcar y otros cultivos que eran trabajados principalmente por esclavos, hacia inicios del siglo XIX la crítica situación económica que vivía la economía colonial envuelta en una crisis estructural que había buscado por múltiples mecanismos reflotar esa situación estaba condenada a su colapso..

                                                                                                       Lic. Luis Alberto Rivera H.
                                                                                                       (betorh58@hotmail.com)




     La estructura social colonial descansó sobre profundos mecanismos de diferenciación. Estos encontraron su expresión en complejas relaciones de clases, castas y estamentos[1]. La posición que cada uno de los sectores sociales tuvo en la sociedad, entendiéndose ésta como una relación no sólo entre los miembros de un sector social, sino en la relación que mantuvieron con los otros sectores, explica su accionar como grupo social.


     Cabe advertir, que estas relaciones entre los diversos sectores sociales, dieron lugar a complejos mecanismos de control social[2], por parte de los grupos de poder, los cuales buscaban “mantener la relación social de dominio que satisficiera las ambiciones económicas de un estado metropolitano y sellara su compromiso de clase con los grupos señoriales americanos (...)” (Lazo, 1981:13).
     Como en toda sociedad, estos mecanismos de control social, tuvieron como principal objetivo, el conservar y acrecentar el status de privilegio del grupo dominante, para disponer, con seguridad, del trabajo siervo – esclavo (Lazo, 2007:75).


     Pero también es pertinente advertir, que estos mecanismos no son monolíticos, es decir, presentan fisuras las cuales permiten que “los de abajo” puedan actuar en defensa de sus intereses. Las manifestaciones de protesta popular, entre ellas el bandolerismo social, constituyen una expresión de estas fisuras.
     Durante la colonia, las clases dominadas llevaron a cabo de forma intensa y permanente, un conjunto de expresiones, que fueron respuesta de los sectores dominados a la explotación. Una expresión del  descontento social, fue el cimarronaje[3] y el bandolerismo  social[4].  Ambos expresan y ponen en evidencia, una forma de respuesta asumida de los sectores dominados,  pero que en ellas se encontraban en diversos grados, la alienación que habían instaurado los mecanismos de control social (Lazo, 2007: 78).

     Por un lado, el cimarronaje[5] pudo existir y desarrollarse gracias a que los mecanismos de control ideológico por parte de los españoles no tuvieron la eficacia pretendida[6].

     Los esclavos, pese a estar alejados de sus originales espacios culturales pudieron, en alguna medida, conservar la aspiración de mantener una vida alternativa a la de la hacienda. Por otro lado, el mismo hecho de que fuera frecuente el escape de las haciendas, tanto para constituir palenques y vivir oculto en la maleza costera, como para introducirse en la ciudad sin poder ser detectado, evidencia que los mecanismos de control social durante la colonia mostraban bastante ineficacia.

     En la perspectiva de Victoria Espinoza (1988), la costa central evidenció esta ineficiencia en los mecanismos de control en el amplio espacio social costero dado que:
(…) los caminos de acceso a las zonas urbanas porque fluían los productos del campo a la ciudad y de ésta a aquel, fueron los lugares más aptos para la incursión de bandoleros lo que se agravaba en gran parte por la escasa vigilancia de que eran objetos por parte de las autoridades al no existir los efectivos necesarios y suficientes. Allí los bandoleros podían obtener lo que les hacía falta para satisfacer sus necesidades por un consumo directo o a través de la comercialización de lo obtenido. El escaso desarrollo de los caminos y carreteras en la colonia facilitaron dichas incursiones (…). (Espinoza, 1988:102).

    
      Para el virreinato peruano, las dos primeras décadas que trascurren desde 1800 hasta la obtención de la independencia política (1821), constituyen una fase de evidente intranquilidad social, concretizada en el surgimiento de una gama diversa de movimientos rebeldes que en mayor o menor medida cuestionaron el poder político hispano (Seiner, 1989: 85).
     Sin embargo, los esclavos, al tener sobre sí mecanismos de control social poco eficaces, además de estar disgregados a lo largo de algunos valles de la costa, y desarrollar actividades disímiles, también desarrollaron acciones sociales que no tuvieron un alcance cuestionador frente al sistema feudal colonial.


Gráfico 09




La mano de obra esclava se constituyó en un importante grupo humano, actor de suma importancia en el  espacio social  de la costa central, principalmente usado en las actividades agrícolas y serviles. Cuando escapaban de las haciendas, se convertían en los famosos cimarrones y alternaban sus actividades con acciones como el bandolerismo.





     El bandolerismo[7] social, como expresión del movimiento social, se constituyó en una tipología de protesta individual, por parte de los sectores dominados, en su lucha por  amenguar el grado de explotación, al que los sectores dominantes los tenían  sometido (Lazo, 1981).
     En palabras del historiador Carlos Aguirre, el bandolerismo durante el siglo XIX fue una expresión del movimiento popular que:
(…) corresponde a la plebe, este sector heterogéneo que poblaba Lima y sus alrededores. Los bandidos eran hombres, de las clases bajas, mayormente castas, que como mencionamos antes quiere decir ni indio ni español (…) accionaban sobre todo en los valles costeños y se movilizaban bastante entre el campo y la ciudad. Aunque atemorizaron a las clases populares, el contenido de sus acciones (…) termina en una cierta esterilidad (…) (Aguirre, 1989: 123)

     Alberto Flores Galindo (1984), para el caso del Perú Virreinal, caracterizó  al bandolerismo como forma de protesta social  de los sectores dominados,  el cual hacia fines del siglo XVIII e inicios del siglo XIX presentó un carácter epidémico, ya que transitar por la costa central del Virreinato Peruano se convirtió en un verdadero riesgo para los comerciantes o viajeros que frecuentaban esta región. Aún más, existe el peligro latente que “los bandidos ingresen a Lima”, este miedo tiende a la exageración haciendo que al interior de la aristocracia limeña su miedo a la plebe constituye su mayor temor oculto. Así mismo ha destacado la relación entre el cimarronaje y el bandolerismo social experimentado hacia fines del siglo XVIII e inicios del siglo XIX:
Por otro lado, los cimarrones tenían que subsistir de alguna manera y para ello el monte era poco pródigo, de manera que sólo quedaba asaltar a algún viajero o robar en las haciendas. Es así como forzosamente hubo una estrecha relación entre cimarrones y bandidos. (Flores, 1984: 117-118).

     El bandolerismo social se presentó para el Perú Colonial como expresión de protesta de los sectores dominados bajo un contexto histórico determinado que hace que dicho fenómeno tenga un carácter endémico – epidémico.

     Endémico, porque de modo latente se presentó inserto en el desarrollo histórico social a través de casos periódicos, aislados individuales y de poca relevancia manteniéndose como un hecho permanente que sólo encuentra explicación en las contradicciones de la estructura del sistema económico social. Epidémico debido a que se intensifica respondiendo a causas coyunturales específicas (crisis periódicas, producción decreciente, crisis de descomposición etc.) terminadas las cuales tiende a volverse endémico.

     El bandolerismo social como forma de respuesta de los sectores dominados en el Perú colonial, presentó un carácter epidémico[8] en la costa central durante los años de 1800 – 1815, periodo donde el índice de criminalidad aumentó de manera significativa, consecuencia del incremento en los niveles de explotación, producto a su vez de la descomposición y colapso del modelo colonial español.

     Las Reformas Borbónicas  ejecutaron medidas administrativas[9] que debilitaron los viejos mecanismos de control social, pero por otro lado, en su deseo de aumentar la recaudación presionaron al aparato productivo. En palabras de Carmen Vivanco (1990) la presión sobre el aparato productivo se evidenció cuando:
(…)Los índices de las curvas de Novenos Reales reflejan una caída lenta en la producción agraria desde mediados del siglo (XVIII), lo que gravitó negativamente en la situación económica tanto del propietario  - hacendado como de los trabajadores dependientes(…) Esta situación poco favorable que vivió  parte de la población media limeña trajo consigo una mayor presión sobre el trabajador doméstico (esclavo y/o siervo) a fin de obtener un mayor rendimiento y así poder cubrir sus necesidades de consumo. Es entonces que dicha mano de obra, para liberarse de esa situación de  sobre explotación opta por el bandolerismo u otro mecanismo de respuesta como el robo o la simple huida. (Vivanco, 1990:43).


     Debido a que el aparato productivo no estaba en condiciones de realizar una mejora sustantiva en la productividad de las haciendas, aumentó la presión sobre los sectores explotados. Ello abrió un escenario en el cual aumentó el descontento frente al sistema[10]; pero por otro lado, se debilitan los mecanismos de control social permitiendo el desarrollo del bandolerismo social a niveles epidémicos.

     Es la estructura de los valles de la costa[11] ciertamente distinta de la estructura social que se puede apreciar en el sur andino. En la costa central la heterogeneidad social y cultural, además de la distribución poblacional y económica de la población impidió que se pudiera construir un proyecto masivo y de amplio alcance espacial como respuesta frente al sistema.

     Así, mientras que la expresión de la crisis del modelo colonial se mostró con una gran movilización de amplios objetivos y alcance demográfico y geográfico en el sur andino; en la costa, se pudo apreciar con movimientos que buscaban adaptarse al sistema a partir de las fisuras que evidenciaban los sistemas de control social. Flores Galindo, sostiene que:

El bandolerismo, a diferencia de los palenques, no será sólo una expresión negra del malestar social; por el contrario (…) las bandas tendrán una composición pluriétnica (…)El ideal de recuperar la vida africana no consigue un sustento sólido, porque por entonces se ha perdido el parentesco tradicional, casi no se utilizan las lenguas aborígenes, mientras se incrementa paralelamente el mestizaje con los otros grupos étnicos de la colonia(…)Fue un camino diferente del que contemporáneamente siguieron los campesinos andinos: en la sierra, especialmente en el sur y desde la segunda mitad del siglo, los motines rurales se convierten en rebeliones que, a su vez, culminan en revoluciones como las de Túpac Amaru II ( 1780) y los hermanos Angulo ( 1814). (Flores, 1984: 120).



     El bandolerismo social, como fenómeno social en palabras de Hobsbawm (2003) desafía  simultáneamente al orden económico social y político, allí radica su complejidad.

     En el plano económico,  el fenómeno del bandolerismo permitió la recreación de un circuito económico alterno al dominante, desde el cual se movilizaban los sectores marginales de la sociedad, la apropiación de bienes de los grupos dominantes o sus aliados fue una constante de sus acciones.
Para el caso especifico del mundo colonial, Carmen Vivanco (1990)  menciona:
(…) lo económico en el bandolerismo está presente tanto en sus motivaciones de sobrevivencia como en la conformación del status y en sus fines. En sus motivaciones por cuanto todos los sectores sociales de la clase dominada que optaban por esta forma de lucha popular demostraban con dicha actitud su disconformidad con los desniveles económicos en el sistema social del que formaban parte (…) Otros, eran hombres de oficio conocido (como artesanos, zapateros, sastres, etc.), pero la falta de trabajo los obligaba a ocuparse en cualquier cosa que se les presentase. Muchas veces al no ser ello suficiente para mantenerse optaban por “saltear” caminos como actividad complementaria (…). (Vivanco, 1990:35).

     En el ámbito social sus delitos tuvieron como elemento nutriente el descontento popular[12], por ello, cuestionaron no sólo el orden social vigente sino incluso algunos se levantaron y fungieron de autoridad paralela al orden establecido en algunos lugares, ejerciendo la autoridad de áreas donde tenían soberanía, por la ausencia del poder colonial[13].

     El cuestionamiento de la clase dominante y sus sectores aliados hicieron de su protesta una protesta con embrionario contenido político, no cuestionando el orden existente, no pidiendo al cambio del sistema o la ruptura del orden colonial de forma directa o explícitamente, sino cuestionando a las autoridades locales y del valle y por ende cuestionando indirectamente el engranaje político colonial.





[1] “(…) Por el principio estamental se estableció una clasificación social a partir de valorizaciones ideológicas y jurídicas, destinadas a destacar tanto posiciones de prestigio como estados correlativos de “calidad no distinguida”;  los unos gozando por su status de derechos y deberes privilegiados, y los otros careciendo de prerrogativas (…) la estratificación por casta contemplaba una diferenciación por caracteres étnico culturales, comúnmente denominados “cualidades del linaje”. En esta diferenciación, indicaba diferencias el color de la piel (…) la estratificación por clases sociales sostenía una división social basada  en un criterio económico, que el lenguaje de la época se traducía en la posesión de riquezas (propiedades y rentas)”. (Lazo, 2007:42- 44).

[2] “(…) El mecanismo de control social resultante en apariencia obedecía a una exclusiva programación estatal de colonización (…) Por medio de esta integración e instrumentando elementos culturales hispánico – andinos se indujo al establecimiento de relaciones socializadoras señoriales – serviles que caracterizaron a las instituciones sociales tanto como a las costumbres, los hábitos  y en general a toda relación de sociabilidad por más trivial que fuese.”(Lazo, 2007:45).
[3] En Palabras de Victoria Espinoza (1988) “los negros cimarrones eran los esclavos que se evadían de sus centros de trabajo e intentaban llevar una vida libre y preservar en lo posible su identidad cultural en los asentamientos en que se establecieron” (Espinoza, 1988:30).

[4] Para Carlos Lazo García el bandolero social del periodo colonial era: “(…) la actitud de éste remedaba a la de un señor rico y virtuoso, dispuesto a remediar entuertos, aunque para hacerlo tuviera que enfrentarse a otro del mismo rango. Como señor de facto desafiaba a los señores de derecho. Estos últimos por su parte lo calificaban como el más grande delincuente, contribuyendo sin proponérselo a incrementar el mito en torno a su persona. Los oprimidos lo ayudan dándole información y protección cuando las necesitaba” (Lazo, 1981:297).
[5] “Las noticias de cimarrones en nuestro territorio son tan antiguas como la presencia de esclavos negros y de españoles que, debe recordarse, trajeron a los primeros (…) Al cimarronaje se le trato de controlar desde un comienzo de la conquista y con distintos métodos (…) ya en 1535 los funcionarios de Lima reglamentaron que el esclavo que huyera por más de seis días debería perder la vida (…)” (Rodríguez 1991: 131 – 132).
[6] Para Carlos Aguirre: “(…) el propósito de domesticar a los esclavos indóciles a través del ejercicio de la violencia conllevaba también un efecto inverso: estimulaba la violencia y generaba respuestas contrarias a las esperadas (…)” (Aguirre, 1988:34).
[7] “(…) la sociedad utiliza distintos recursos lingüísticos: adopta palabras ya conocidas, adecuándolas al nuevo significado, crea otras o las toma prestadas de lenguas cercanas. En el caso del bandolerismo, no se puede hablar estrictamente de hechos desconocidos en España, pero sí de circunstancias especiales que explican la aparición en el siglo XVI – y su generalización en poco tiempo – de las palabras bandoleros y bandidos. Hasta entonces, voces como ladrón, malhechor y salteador de caminos habían servido para cubrir las necesidades de comunicación; a partir del siglo XVI, estas nuevas palabras irán concretando y ayudando a fijar la figura de unos hombres cuya situación está determinada por las condiciones históricas, sociales y hasta geográficas del medio en que viven (…).( Álvarez y García, 1986:1).
[8] El bandolerismo presentó una recurrencia epidémica, cuyo indicador expresó una anomalía social propia de una sociedad en descomposición. En palabras de Moran Daniel (2007): “(…) Y si queremos más pruebas documentales, lo podemos encontrar en el Archivo General de la Nación de Lima. Allí, una muy buena cantidad de expedientes de Causas Criminales de la Real Audiencia corroboran nuestras afirmaciones. No solamente, las partes aledañas de la Ciudad de los Reyes estaban cercadas por la delincuencia urbana, también los asaltos en los caminos de las regiones del virreinato eran constantes. Así, entre 1808 y 1815 hemos contabilizado aproximadamente 20 expedientes que se refieren a los famosos asaltos en los caminos. En el Callao, en Chincha, en la costa  norte y sur,  y en la parte central del virreinato dichas acciones ocurrían unas tras otras.”(Morán, 2007: 54).

[9] “Las reformas borbónicas aplicadas en América tenían como objetivo terminar con los privilegios particulares y centralizar en la metrópoli los beneficios de las colonias. A esto apuntaron, fundamentalmente, la creación de los nuevos virreinatos de Nueva Granada (1739) y el del Rio de la Plata (1776). Ese recorte territorial del virreinato peruano, junto con la introducción del sistema de intendencias y la implementación del Reglamento de Libre comercio de 1778, afectaron a la elite mercantil limeña, debido a que le restaron poder político y por consiguiente económico al causarle la perdida de los privilegios del monopolio. (Mazzeo, 1999: 25 – 26).
[10] “(…) El homicidio social, el vagabundaje, el bandolerismo, el pandillerismo urbano, los palenques, los motines, etc. Todo ello tenía su sustento en el creciente malestar social prevaleciente en la época colonial. La relación de estas manifestaciones de delincuencia y violencia  urbana y rural  obedecía a factores de índole económica. Por aquel motivo, las reformas borbónicas habían originado aquellos cambios en la cotidianidad de la ciudad de Lima colonial.  Entonces, entre las consecuencias de dichas reformas, que nos interesa destacar aquí, se produce el incremento del desempleo urbano: “El aumento de la vagancia y la delincuencia: Los robos que entre 1710 y 1730 representaban el 3% de los delitos, pasaron a constituir entre 1770 y 1790, el 47% de estos hechos punibles.” (Morán, 2007: 49 – 50).
[11] En lo referente a los valles de la Costa central, la tenencia promedio de la tierra, no fue la plantación azucarera sino la chacra con policultivos y con una pobre tecnificación, en palabras de Flores Galindo:  “(…) En Chancay, Huacho, Nepeña y Santa, se repetía la asociación entre caña de azúcar y grandes haciendas, junto a medianas propiedades y chacras para forraje, persistiendo reductos de propiedad campesina alrededor del maíz: contrapunto entre la agricultura de exportación y los cultivos destinados al mercado local”. (Flores, 1984: 40).

[12] “Aquellos que se reconocían en igual condición social de aquel que se hacía bandolero, lo apoyaban y protegían, reconociendo como suya dicha forma de rebeldía y al bandolero como a un “héroe”, capaz de enfrentarse al señor (llámese hacendado, minero, funcionario, etc.) en el terreno de los hechos y demás como ayudaba a los de su misma condición social, lograba con ello ese apoyo que se traducía en ayuda ya sea escondiéndolo de la justicia o proporcionándole alimentos, alojamiento, etc.” (Vivanco, 1990:35).
[13] Un caso que ubicamos en los expedientes revisados es sobre Pedro Espinoza, alias “Periquillo” un negro esclavo de Palpa, Ica, el cual  según una declaración : “ (…) es tan malo el negro Periquillo que no le halla cotejo, pues le ha asombrado el teson de este ladron a este vecindario sin reserva de personas, llegando a tal su insolencia que no solo se contentaba con tomar lo ajeno, sino con atropellar con armas a toda persona, de modo, que se havia hecho el temor de las gentes, que desde que este negro se ha exercitado en robar, es conocida la ruina del pueblo sin querer entrar marchantes con viveres, porque a todos los tiene auyentados, que al declarante le robo dos caballerías (…)” ( Causas Criminales, AGN, Leg 95 C 1169, 1802)

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