“La costa central se caracterizó por la presencia de haciendas que producían productos
de pan llevar y también caña de azúcar y otros cultivos que eran trabajados
principalmente por esclavos, hacia inicios del siglo XIX la crítica situación
económica que vivía la economía colonial envuelta en una crisis estructural que
había buscado por múltiples mecanismos reflotar esa situación estaba condenada
a su colapso..
Lic. Luis Alberto Rivera H.
(betorh58@hotmail.com)
La estructura social colonial descansó
sobre profundos mecanismos de diferenciación. Estos encontraron su expresión en
complejas relaciones de clases, castas y estamentos[1].
La posición que cada uno de los sectores sociales tuvo en la sociedad,
entendiéndose ésta como una relación no sólo entre los miembros de un sector
social, sino en la relación que mantuvieron con los otros sectores, explica su
accionar como grupo social.
Cabe advertir, que estas relaciones entre
los diversos sectores sociales, dieron lugar a complejos mecanismos de control
social[2],
por parte de los grupos de poder, los cuales buscaban “mantener la relación social de dominio que satisficiera las
ambiciones económicas de un estado metropolitano y sellara su compromiso de
clase con los grupos señoriales americanos (...)” (Lazo, 1981:13).
Como en toda sociedad, estos mecanismos de
control social, tuvieron como principal objetivo, el conservar y acrecentar el status
de privilegio del grupo dominante, para disponer, con seguridad, del trabajo
siervo – esclavo (Lazo, 2007:75).
Pero también es pertinente advertir, que estos
mecanismos no son
monolíticos, es decir, presentan fisuras las cuales permiten que “los de abajo”
puedan actuar en defensa de sus intereses. Las manifestaciones de protesta
popular, entre ellas el bandolerismo social, constituyen una expresión de estas
fisuras.
Durante la colonia, las clases dominadas llevaron a
cabo de forma intensa y permanente, un conjunto de expresiones, que fueron
respuesta de los sectores dominados a la explotación. Una expresión del descontento social, fue el cimarronaje[3] y el bandolerismo social[4]. Ambos expresan y ponen en evidencia, una forma
de respuesta asumida de los sectores dominados,
pero que en ellas se encontraban en diversos grados, la alienación que
habían instaurado los mecanismos de control social (Lazo, 2007: 78).
Por un lado, el cimarronaje[5]
pudo existir y desarrollarse gracias a que los mecanismos de control ideológico
por parte de los españoles no tuvieron la eficacia pretendida[6].
Los
esclavos, pese a estar alejados de sus originales espacios culturales pudieron,
en alguna medida, conservar la aspiración de mantener una vida alternativa a la
de la hacienda. Por otro lado, el mismo hecho de que fuera frecuente el escape
de las haciendas, tanto para constituir palenques y vivir oculto en la maleza
costera, como para introducirse en la ciudad sin poder ser detectado, evidencia
que los mecanismos de control social durante la colonia mostraban bastante
ineficacia.
En la
perspectiva de Victoria Espinoza (1988), la costa central evidenció esta
ineficiencia en los mecanismos de control en el amplio espacio social costero dado
que:
(…) los caminos de acceso a las zonas urbanas porque fluían los
productos del campo a la ciudad y de ésta a aquel, fueron los lugares más aptos
para la incursión de bandoleros lo que se agravaba en gran parte por la escasa
vigilancia de que eran objetos por parte de las autoridades al no existir los
efectivos necesarios y suficientes. Allí los bandoleros podían obtener lo que
les hacía falta para satisfacer sus necesidades por un consumo directo o a
través de la comercialización de lo obtenido. El escaso desarrollo de los
caminos y carreteras en la colonia facilitaron dichas incursiones (…). (Espinoza,
1988:102).
Para el virreinato peruano, las dos primeras
décadas que trascurren desde 1800 hasta la obtención de la independencia
política (1821), constituyen una fase de evidente intranquilidad social,
concretizada en el surgimiento de una gama diversa de movimientos rebeldes que
en mayor o menor medida cuestionaron el poder político hispano (Seiner, 1989:
85).
Sin embargo, los esclavos, al tener sobre
sí mecanismos de control social poco eficaces, además de estar disgregados a lo
largo de algunos valles de la costa, y desarrollar actividades disímiles,
también desarrollaron acciones sociales que no tuvieron un alcance cuestionador
frente al sistema feudal colonial.
Gráfico 09
La mano de
obra esclava se constituyó en un importante grupo humano, actor de suma
importancia en el espacio social de la costa central, principalmente usado en
las actividades agrícolas y serviles. Cuando escapaban de las haciendas, se
convertían en los famosos cimarrones y alternaban sus actividades con acciones
como el bandolerismo.
El bandolerismo[7]
social, como expresión del movimiento social, se constituyó en una tipología de
protesta individual, por parte de los sectores dominados, en su lucha por amenguar el grado de explotación, al que los
sectores dominantes los tenían sometido
(Lazo, 1981).
En palabras del historiador
Carlos Aguirre, el bandolerismo durante el siglo XIX fue una expresión del
movimiento popular que:
(…)
corresponde a la plebe, este sector heterogéneo que poblaba Lima y sus alrededores.
Los bandidos eran hombres, de las clases bajas, mayormente castas, que como
mencionamos antes quiere decir ni indio ni español (…) accionaban sobre todo en
los valles costeños y se movilizaban bastante entre el campo y la ciudad.
Aunque atemorizaron a las clases populares, el contenido de sus acciones (…)
termina en una cierta esterilidad (…) (Aguirre, 1989: 123)
Alberto
Flores Galindo (1984), para el caso del Perú Virreinal, caracterizó al bandolerismo como forma de protesta
social de los sectores dominados, el cual hacia fines del siglo XVIII e inicios
del siglo XIX presentó un carácter epidémico, ya que transitar por la costa
central del Virreinato Peruano se convirtió en un verdadero riesgo para los
comerciantes o viajeros que frecuentaban esta región. Aún más, existe el
peligro latente que “los bandidos ingresen a Lima”, este miedo tiende a la
exageración haciendo que al interior de la aristocracia limeña su miedo a la
plebe constituye su mayor temor oculto. Así mismo ha destacado la relación
entre el cimarronaje y el bandolerismo social experimentado hacia fines del
siglo XVIII e inicios del siglo XIX:
Por otro lado, los cimarrones tenían
que subsistir de alguna manera y para ello el monte era poco pródigo, de manera
que sólo quedaba asaltar a algún viajero o robar en las haciendas. Es así como
forzosamente hubo una estrecha relación entre cimarrones y bandidos. (Flores, 1984:
117-118).
El bandolerismo social se presentó para el
Perú Colonial como expresión de protesta de los sectores dominados bajo un
contexto histórico determinado que hace que dicho fenómeno tenga un carácter
endémico – epidémico.
Endémico, porque de modo latente se
presentó inserto en el desarrollo histórico social a través de casos
periódicos, aislados individuales y de poca relevancia manteniéndose como un
hecho permanente que sólo encuentra explicación en las contradicciones de la
estructura del sistema económico social. Epidémico debido a que se
intensifica respondiendo a causas coyunturales específicas (crisis periódicas,
producción decreciente, crisis de descomposición etc.) terminadas las cuales
tiende a volverse endémico.
El bandolerismo social como forma de
respuesta de los sectores dominados en el Perú colonial, presentó un carácter
epidémico[8]
en la costa central durante los años de 1800 – 1815, periodo donde el índice de
criminalidad aumentó de manera significativa, consecuencia del incremento en
los niveles de explotación, producto a su vez de la descomposición y colapso
del modelo colonial español.
Las
Reformas Borbónicas ejecutaron medidas administrativas[9] que
debilitaron los viejos mecanismos de control social, pero por otro lado, en su
deseo de aumentar la recaudación presionaron al aparato productivo. En palabras
de Carmen Vivanco (1990) la presión sobre el aparato productivo se evidenció
cuando:
(…)Los
índices de las curvas de Novenos Reales reflejan una caída lenta en la producción
agraria desde mediados del siglo (XVIII), lo que gravitó negativamente en la
situación económica tanto del propietario
- hacendado como de los trabajadores dependientes(…) Esta situación poco
favorable que vivió parte de la
población media limeña trajo consigo una mayor presión sobre el trabajador doméstico
(esclavo y/o siervo) a fin de obtener un mayor rendimiento y así poder cubrir
sus necesidades de consumo. Es entonces que dicha mano de obra, para liberarse
de esa situación de sobre explotación
opta por el bandolerismo u otro mecanismo de respuesta como el robo o la simple
huida. (Vivanco, 1990:43).
Debido
a que el aparato productivo no estaba en condiciones de realizar una mejora
sustantiva en la productividad de las haciendas, aumentó la presión sobre los
sectores explotados. Ello abrió un escenario en el cual aumentó el descontento
frente al sistema[10];
pero por otro lado, se debilitan los mecanismos de control social permitiendo
el desarrollo del bandolerismo social a niveles epidémicos.
Es la estructura de los valles de la costa[11]
ciertamente distinta de la estructura social que se puede apreciar en el sur
andino. En la costa central la heterogeneidad social y cultural, además de la
distribución poblacional y económica de la población impidió que se pudiera
construir un proyecto masivo y de amplio alcance espacial como respuesta frente
al sistema.
Así, mientras que la expresión de la crisis del modelo colonial se
mostró con una gran movilización de amplios objetivos y alcance demográfico y
geográfico en el sur andino; en la costa, se pudo apreciar con movimientos que
buscaban adaptarse al sistema a partir de las fisuras que evidenciaban los
sistemas de control social. Flores Galindo, sostiene que:
El
bandolerismo, a diferencia de los palenques, no será sólo una expresión negra
del malestar social; por el contrario (…) las bandas tendrán una composición
pluriétnica (…)El ideal de recuperar la vida africana no consigue un sustento
sólido, porque por entonces se ha perdido el parentesco tradicional, casi no se
utilizan las lenguas aborígenes, mientras se incrementa paralelamente el
mestizaje con los otros grupos étnicos de la colonia(…)Fue un camino diferente
del que contemporáneamente siguieron los campesinos andinos: en la sierra,
especialmente en el sur y desde la segunda mitad del siglo, los motines rurales
se convierten en rebeliones que, a su vez, culminan en revoluciones como las de
Túpac Amaru II ( 1780) y los hermanos Angulo ( 1814). (Flores, 1984: 120).
El bandolerismo social, como fenómeno
social en palabras de Hobsbawm (2003) desafía
simultáneamente al orden económico social y político, allí radica su
complejidad.
En el plano económico, el fenómeno del bandolerismo permitió la
recreación de un circuito económico alterno al dominante, desde el cual se
movilizaban los sectores marginales de la sociedad, la apropiación de bienes de
los grupos dominantes o sus aliados fue una constante de sus acciones.
Para el
caso especifico del mundo colonial, Carmen Vivanco (1990) menciona:
(…) lo económico en el bandolerismo está
presente tanto en sus motivaciones de sobrevivencia como en la conformación del
status y en sus fines. En sus motivaciones por cuanto todos los sectores
sociales de la clase dominada que optaban por esta forma de lucha popular
demostraban con dicha actitud su disconformidad con los desniveles económicos
en el sistema social del que formaban parte (…) Otros, eran hombres de oficio
conocido (como artesanos, zapateros, sastres, etc.), pero la falta de trabajo
los obligaba a ocuparse en cualquier cosa que se les presentase. Muchas veces
al no ser ello suficiente para mantenerse optaban por “saltear” caminos como
actividad complementaria (…). (Vivanco, 1990:35).
En el ámbito social sus delitos tuvieron
como elemento nutriente el descontento popular[12], por
ello, cuestionaron no sólo el orden social vigente sino incluso algunos se
levantaron y fungieron de autoridad paralela al orden establecido en algunos
lugares, ejerciendo la autoridad de áreas donde tenían soberanía, por la
ausencia del poder colonial[13].
El cuestionamiento de la clase dominante y sus sectores aliados hicieron
de su protesta una protesta con embrionario contenido político, no cuestionando
el orden existente, no pidiendo al cambio del sistema o la ruptura del orden
colonial de forma directa o explícitamente, sino cuestionando a las autoridades
locales y del valle y por ende cuestionando indirectamente el engranaje
político colonial.
[1] “(…) Por el principio
estamental se estableció una clasificación social a partir de valorizaciones
ideológicas y jurídicas, destinadas a destacar tanto posiciones de prestigio
como estados correlativos de “calidad no distinguida”; los unos gozando por su status de derechos y
deberes privilegiados, y los otros careciendo de prerrogativas (…) la estratificación
por casta contemplaba una diferenciación por caracteres étnico culturales,
comúnmente denominados “cualidades del linaje”. En esta diferenciación,
indicaba diferencias el color de la piel (…) la estratificación por clases
sociales sostenía una división social basada
en un criterio económico, que el lenguaje de la época se traducía en la
posesión de riquezas (propiedades y rentas)”. (Lazo, 2007:42- 44).
[2] “(…) El mecanismo de
control social resultante en apariencia obedecía a una exclusiva programación
estatal de colonización (…) Por medio de esta integración e instrumentando
elementos culturales hispánico – andinos se indujo al establecimiento de
relaciones socializadoras señoriales – serviles que caracterizaron a las
instituciones sociales tanto como a las costumbres, los hábitos y en general a toda relación de sociabilidad
por más trivial que fuese.”(Lazo, 2007:45).
[3] En Palabras de Victoria Espinoza (1988) “los negros cimarrones eran los
esclavos que se evadían de sus centros de trabajo e intentaban llevar una vida
libre y preservar en lo posible su identidad cultural en los asentamientos en que
se establecieron” (Espinoza, 1988:30).
[4] Para Carlos Lazo
García el bandolero social del periodo colonial era: “(…) la actitud de éste
remedaba a la de un señor rico y virtuoso, dispuesto a remediar entuertos,
aunque para hacerlo tuviera que enfrentarse a otro del mismo rango. Como señor
de facto desafiaba a los señores de derecho. Estos últimos por su parte lo
calificaban como el más grande delincuente, contribuyendo sin proponérselo a
incrementar el mito en torno a su persona. Los oprimidos lo ayudan dándole
información y protección cuando las necesitaba” (Lazo, 1981:297).
[5] “Las noticias de
cimarrones en nuestro territorio son tan antiguas como la presencia de esclavos
negros y de españoles que, debe recordarse, trajeron a los primeros (…) Al
cimarronaje se le trato de controlar desde un comienzo de la conquista y con
distintos métodos (…) ya en 1535 los funcionarios de Lima reglamentaron que el
esclavo que huyera por más de seis días debería perder la vida (…)” (Rodríguez
1991: 131 – 132).
[6] Para Carlos Aguirre:
“(…) el propósito de domesticar a los esclavos indóciles a través del ejercicio
de la violencia conllevaba también un efecto inverso: estimulaba la violencia y
generaba respuestas contrarias a las esperadas (…)” (Aguirre, 1988:34).
[7] “(…) la sociedad
utiliza distintos recursos lingüísticos: adopta palabras ya conocidas,
adecuándolas al nuevo significado, crea otras o las toma prestadas de lenguas
cercanas. En el caso del bandolerismo, no se puede hablar estrictamente de
hechos desconocidos en España, pero sí de circunstancias especiales que
explican la aparición en el siglo XVI – y su generalización en poco tiempo – de
las palabras bandoleros y bandidos. Hasta entonces, voces como ladrón,
malhechor y salteador de caminos habían servido para cubrir las necesidades de
comunicación; a partir del siglo XVI, estas nuevas palabras irán concretando y
ayudando a fijar la figura de unos hombres cuya situación está determinada por
las condiciones históricas, sociales y hasta geográficas del medio en que viven
(…).( Álvarez y García, 1986:1).
[8] El bandolerismo
presentó una recurrencia epidémica, cuyo indicador expresó una anomalía social
propia de una sociedad en descomposición. En palabras de Moran Daniel (2007): “(…) Y si queremos más pruebas documentales, lo podemos encontrar en el Archivo
General de la Nación de Lima. Allí, una muy buena cantidad de expedientes de
Causas Criminales de la Real Audiencia corroboran nuestras afirmaciones. No
solamente, las partes aledañas de la Ciudad de los Reyes estaban cercadas por
la delincuencia urbana, también los asaltos en los caminos de las regiones del
virreinato eran constantes. Así, entre 1808 y 1815 hemos contabilizado
aproximadamente 20 expedientes que se refieren a los famosos asaltos en los
caminos. En el Callao, en Chincha, en la costa norte y sur,
y en la parte central del virreinato dichas acciones ocurrían unas tras
otras.”(Morán, 2007: 54).
[9] “Las reformas
borbónicas aplicadas en América tenían como objetivo terminar con los
privilegios particulares y centralizar en la metrópoli los beneficios de las
colonias. A esto apuntaron, fundamentalmente, la creación de los nuevos
virreinatos de Nueva Granada (1739) y el del Rio de la Plata (1776). Ese
recorte territorial del virreinato peruano, junto con la introducción del
sistema de intendencias y la implementación del Reglamento de Libre comercio de
1778, afectaron a la elite mercantil limeña, debido a que le restaron poder
político y por consiguiente económico al causarle la perdida de los privilegios
del monopolio. (Mazzeo, 1999: 25 – 26).
[10] “(…) El homicidio social, el vagabundaje, el bandolerismo, el
pandillerismo urbano, los palenques, los motines, etc. Todo ello tenía su
sustento en el creciente malestar social prevaleciente en la época colonial. La
relación de estas manifestaciones de delincuencia y violencia urbana y rural obedecía a factores de índole económica. Por
aquel motivo, las reformas borbónicas habían originado aquellos cambios en la
cotidianidad de la ciudad de Lima colonial.
Entonces, entre las consecuencias de dichas reformas, que nos interesa
destacar aquí, se produce el incremento del desempleo urbano: “El aumento de la
vagancia y la delincuencia: Los robos que entre 1710 y 1730 representaban el 3%
de los delitos, pasaron a constituir entre 1770 y 1790, el 47% de estos hechos
punibles.” (Morán, 2007: 49 – 50).
[11] En lo referente a los
valles de la Costa central, la tenencia promedio de la tierra, no fue la
plantación azucarera sino la chacra con policultivos y con una pobre
tecnificación, en palabras de Flores Galindo:
“(…) En Chancay, Huacho, Nepeña y Santa, se repetía la asociación entre
caña de azúcar y grandes haciendas, junto a medianas propiedades y chacras para
forraje, persistiendo reductos de propiedad campesina alrededor del maíz:
contrapunto entre la agricultura de exportación y los cultivos destinados al
mercado local”. (Flores, 1984: 40).
[12] “Aquellos que se
reconocían en igual condición social de aquel que se hacía bandolero, lo
apoyaban y protegían, reconociendo como suya dicha forma de rebeldía y al
bandolero como a un “héroe”, capaz de enfrentarse al señor (llámese hacendado,
minero, funcionario, etc.) en el terreno de los hechos y demás como ayudaba a
los de su misma condición social, lograba con ello ese apoyo que se traducía en
ayuda ya sea escondiéndolo de la justicia o proporcionándole alimentos,
alojamiento, etc.” (Vivanco,
1990:35).
[13] Un caso que ubicamos
en los expedientes revisados es sobre Pedro Espinoza, alias “Periquillo” un
negro esclavo de Palpa, Ica, el cual según una declaración : “ (…) es tan malo el
negro Periquillo que no le halla cotejo, pues le ha asombrado el teson de este ladron
a este vecindario sin reserva de personas, llegando a tal su insolencia que no
solo se contentaba con tomar lo ajeno, sino con atropellar con armas a toda
persona, de modo, que se havia hecho el temor de las gentes, que desde que este
negro se ha exercitado en robar, es conocida la ruina del pueblo sin querer
entrar marchantes con viveres, porque a todos los tiene auyentados, que al
declarante le robo dos caballerías (…)” ( Causas Criminales, AGN, Leg 95 C
1169, 1802)
No hay comentarios:
Publicar un comentario